Antonio Luis Baena
Antonio Luis Baena
Antonio Luis Baena Santiago
Antonio Luis Baena Santiago

Prólogo y estudio de Emilio Durán (1/9)

 

     Escribir sobre un poeta que es, además y sobre todo, amigo resulta empresa de una cierta dificultad, y no porque piense que, habida esa relación cordial, sin duda ha de faltar la necesaria objetividad para enjuiciar su obra literaria, sino porque, al escribir sobre sus textos, puede ocurrir que vea a su través a una persona distinta de aquella que motivó nuestro acercamiento. Que el poeta –el autor- haya enmascarado al hombre que alienta debajo –o por encima- de sus escritos y se produzca una singular perturbación. Algo así como si de repente nos diéramos cuenta cabal de que la persona que durante años habíamos frecuentado como amigo es otra muy distinta de la que conocemos. A este poeta de Arcos de la Frontera – a este Antonio Luis Baena del que presentamos esta Antología – debí conocerle hace una treintena de años. Realmente, me sería difícil establecer con precisión de biógrafo la fecha exacta de nuestro primer encuentro: soy muy poco preciso en materia de datos y el tiempo es para mí un enorme y largo día en el que tan sólo destacan algunas horas precisas y singulares. Por su amargor o por su imborrable gozo. Unos de esos momentos permanentes por su recuerdo dichoso - y singular – fue el de aquella tarde en un bar de su pueblo, a donde habíamos ido seguramente por mor de algún gatuperio entre lírico y vinícola, cuando me dijo con total seriedad que si quería ser amigo suyo. Es evidente que acepté – nuestra amistad ya estaba tácitamente declarada –  y desde entonces no ha hecho más que acrecentarse, dada la común pasión por la poesía y por complicidades que no vienen al caso, pero que dan la verdadera talla de una persona.

 

     De la lectura de toda su obra se desprende que hay cuatro pivotes sobre los que ésta se asienta: la muerte, el amor, la soledad y la tristeza. Soportes, que en definitiva pueden reducirse a uno solo, una enorme amargura. Es este sentimiento el que planea sobre la totalidad de su producción poética y el que le proporciona su sabor característico. Se trata, sin duda de una poesía de raíz moral, honda, sobria y de gran rotundidad en la que, sin embargo, a veces – aunque pocas- salta la chispa de alguna pirueta teñida de ironía.

 

     Antonio Luis está íntimamente convencido – y lo pregona de manera explícita – que una cosa es ser poeta y otra muy distinta literato, sin que ello entrañe ningún demérito para quien lo sea. Sostiene que conoce a más de un poeta que no ha escrito ni un mal verso, y a los que suele considerarlos como pertenecientes a la “poesía secreta”. Con tales opiniones, se explica que Antonio Luis Baena no sea precisamente un poeta del común, ni falta que le hace.

 

     He creído oportuno, y quizás pueda resultar hasta eficaz, seguir un criterio cronológicamente sistemático, y recorrer su obra siguiendo el orden de la publicación de sus libros. Puede que obtengamos así una visión lo más objetiva y racional posible.

 

 

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