Esta ciudad lluviosa
Esta ciudad lluviosa que cobija mi espera,
donde colmo la espera de un imposible llanto,
destruye mis alcázares y derriba mis torres
con el roce levísimo de un espacio vencido.
Aquí se elevan ramos, catedrales amplísimas,
palmera donde enredan sus guedejas las nubes,
saetas verticales de cansadas distancias
que ascienden hacia el cielo brumoso de mi pena.
Aquí brotan clamores de voces de otros siglos,
se enredan las melenas de una historia distante
y un río con un nombre de grandeza y de muerte
pone ajorcas tartésicas a pétalos de un nombre.
Y aquí junto a este río y a este aliento de asfalto,
en vertical delirio, la más firme certeza
de haber ganado y luego perdido para siempre
se clavó en las entrañas de una tarde de invierno.
¡Ciudad, ciudad de engaño! ¡Ciudad para una muerte
de seguir una vida minutos tras minutos!
¡Ciudad para una nada! ¡Ciudad para quedarme
clavado entre tus torres con mi melancolía!
¿Te bendigo o maldigo? Fue un camino de nada
que iluminó de pronto tu lluviosa arquería.
Pero todo es inútil. Se apaga este camino
y en pie queda este muerto que circula tus calles.
(Publicado en Caracola nº 140-141, en Junio y Julio de 1964)