Al Señor atado a la columna
La espalda sangrante ardía
con látigos de amargura
y este cáliz ya se apura
en lágrimas de agonía.
San Francisco es el vigía
de un mar de rezo y de olivo.
Y Dios, desamparo vivo,
contra viento y contra nada,
recorre la madrugada
a una columna cautivo.
(Publicado en Semana Santa de Arcos de la Frontera, 1955)