A Miguel Martínez del Cerro, en el cielo de Cádiz
Te recuerdo, Miguel, como un hermano
mayor en poesía. La Caleta
incendiaba atardeceres de violeta
llevando a Cádiz fiel y de tu mano.
Te sirvió la Alameda aquel verano
de suave cobijo de poeta
mientras tus versos, en palabra prieta,
prestaban claridad al océano.
Cantos íberos, falsos, verdaderos,
ponían contrapunto de alegría
en mi selva de opositor novato.
El sol se recortaba en los veleros;
y en tu isla de soledad, la poesía
era un mundo de ensueños cada rato.
(Publicado en Caleta, 1973)