Puedo estarte mirando
Puedo estarte mirando sin que precise verte
porque sé de memoria tus rasgos más finísimos,
y si cierras la boca se te encienden los ojos
y si los ojos cierras, apenas ya te veo.
Puedo estarte mirando porque estás en mí en todo,
en la rosa y en el libro y en el beso iniciado,
en el amor que ha sido y que tú me recuerdas
con tu pesar levísimo.
Puedo estarte mirando
porque estás en los íntimos recuerdos que prefiero,
en el pasar del pájaro.
y en la fuente del parque con árboles de agua.
Puedo estarte mirando; quiero estarte mirando;
quiero tener guardadas en mí tus dos pupilas
porque no me respondes -¿por qué?- cuando te digo;
¿Por qué ya no me quieres?
(Publicado en Almanaque Atlántico, 1952, Cádiz)