El verde trebolar de los oteros
El verde trebolar de los oteros
midió mi carne, consumió tu frente,
brindando estrella donde hablaba fuente
y alzando a Dios en flor de los senderos.
Clamor del llanto, adioses de linderos,
nido de hidra, flores de repente,
y oros en auras para la ascendente
plenitud del reencuentro en los veneros.
Brinda la luz, el pífano prepara,
salta feliz, cálzate abarcas para
una más leve senda y más ceñida.
Que no es amor que no retiene
una angustia que va, gloria que viene
y un caminar a Dios en cada herida.
(Publicado en Liza nº 3, Otoño de 1961, Arcos de la Frontera)