La amada
Ya nadie más. Ya todos.
Decidme si la veis, fuentes, árboles,
hablad de su sonrisa, del pequeño
llanto que se le enreda entre los dientes.
¿Es risa vegetal, libélula de estanque,
atardecer marino?
Hablad, decid, continuadme
esa pequeña historia de muchacha,
pero, ¡por Dios, decidme
si el alto mirador de su cabello
está granado para la cosecha;
si es lozanía apenas, fuente a solas
o tibio llanto oculto entre los pétalos.
Ya nadie te conoce;
ya nadie más; tú y yo solos
en el fiel universo del recuerdo.
Tú y yo solos, amada.
(Mi verbo te enmascara.
Mis pinceles te pintan
distinta de ti misma
para que nadie pueda conocerte).
Te buscan entre astros, sólo vértices,
diosa marina o ruiseñor canoro;
te buscan y te buscan solamente;
y tú conmigo aquí, sobre mi mano,
punta de lápiz, fecha de una carta,
o presentido corazón latiendo.
Y yo contigo aquí… ¿Aquí?... ¿No estabas
aquí en mi mano ya? ¿O acaso eres
libélula de estanque o tibio llanto?
(Publicado en Alba nº 10, Febrero de 1952, Vigo
y en Caleta, Cádiz)