A una guitarra que no oí
Me dicen
que tocas la guitarra
con sonidos profundos
que enredan en su magia al corazón.
Y yo no puedo oírla.
Levantas con tus manos
columnas en el aire, fuegos ciegos
y puentes levadizos
que arrastran al recuerdo y la nostalgia.
Y yo no puedo verlos.
Una noche sin sueño,
un café y un milagro.
Y un olvido que crece
desde su nacimiento a contra siglos.
Una guitarra silenciosa y muda
tan sólo para mí.
Y sin embargo,
puedo oirte tocar en lo imposible,
y sé que sus lamentos
son como una rama
de pino entre las páginas de un libro,
como una irrepetible noche
gastada hasta el amanecer,
como los ecos
que deja un llanto cuando pasa,
y se queda clavado,
y te conmueve.
(Publicado en Antología iberoamericana de la guitarra.
ISBN 84-381-0119-4)