SONETO AL CORAZÓN
Ya no estás solo, corazón. Despierta.
En esta soledad de cada día,
yaces, sobre la tímida alegría
de haber granado el fruto de huerta.
Su mano. Fué su mano. Abrió la puerta
de ese temor que dentro te latía.
(Y el corazón del corazón se abría
como una vida a una esperanza cierta).
Ya no estás solo, corazón. Ahora
sobre tu amargo, inmenso playerío
florecen violetas cada aurora.
Tienes tu fuente, cauce de tu río
y esta serenidad de cada hora,
de cada beso suyo al verso mío.