PLAYA BAJO LA LLUVIA
He paseado sobre ti, playa,
azotando la lluvia mi impermeable urbano
y la quebrada piel
de mi treinta y nueve de fabricación artesana;
he sentido resbalar
ese dulzor del agua por mi rostro
mientras golpeaba,
con ciudadano gesto de cansancio,
los múltiples zapatos que te cubren,
desvencijados restos del inmenso
naufragio del planeta.
La ciudad, allá al fondo,
era sólo un suspiro de brumas,
un golpear campanas contra nubes,
con su araña de hilos telegráficos
y prisas de autobuses.
Y ahora, allá,
este olor momentáneo de tierra madurada,
de agua madurada por la lluvia,
de tristeza madurada por la lluvia,
habrá vencido el olor de gasolina sintética,
de pupilaje modestísimo.
He paseado sobre ti, playa,
agrandando mi mundo de recuerdos,
alejándome de ti
por la escala de días anteriores,
de playas anteriores,
de anteriores y unánimes nostalgias revividas.
Pero algunas veces el recuerdo
también está cubierto de naufragios,
de podridos restos de veraneos inútiles,
de tablas carcomidas,
de zapatos estériles
ya sin calor humano y entrañable;
y entonces
sobre la playa de los pasado llueve
tristeza madurada
que haga latir un poco más aprisa
los nudos de la ausencia
sin una mano acariciante
que revuelva el cabello
diciendo adiós a las preocupaciones.
He paseado
bajo esta leve llovizna de otoño y de recuerdo,
y ya, en el límite
brutal de este cansancio de sin nadie,
en la chorreante arena
he escrito con mi zapato,
mi humano treinta y nueve de fabricación artesana,
una palabra sólo:
TRISTEZA.