SONETO PARA DESPUÉS DE MI MUERTE
Cuando yo muera, amada, y la ceniza
de mis huesos se esparza con el viento,
siembra en tu corazón el tenue aliento
de este soneto gris que te eterniza.
Con negros trazos y homicida tiza
tacharán mi recuerdo en mi aposento,
y seré sólo un arenal sediento,
un trozo de raíz en la albariza.
Pero mi verso abonará tu huerto,
florecerá el recuerdo, luto a luto,
y se hará vida tu monotonía.
Habré muerto, lo sé; yo habré ya muerto,
pero mi voz será un maduro fruto
que dé a tu soledad mi compañía.