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Puse mi carta en la mesa.
El tiempo jugó su baza
y se me quedó el envite
huérfano de cruz y cara.
Mi vida entera aposté
contra su empujón de nada,
y en el envés de los días
perdí lo que no se gana.
Pájaros locos de viento
rompen su noche y sus alas
por picotear el tiempo
que se pudre en mi persiana.
Los libros contra un recuerdo,
versos por una esperanza,
la sombra que me consume
por el sol de una mañana.
Juego perdido. No hay forma
de que el tiempo no entre en baza.
Y con las cartas partidas,
esperando un as de nada,
sigo la lucha que está
perdida cuando empezada.