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Dos Antonios van conmigo
haciendo andar a mi cuerpo;
uno el de fuera, el que todos
miran cuando a todos llego,
el burócrata, ordenado,
el de sembrar en el suelo,
el de la fachada alegre
y que presume de versos.
Otro, el que ni yo conozco,
y me va arañando dentro,
el que vive cuando vivo,
se muere cuando me muero,
con vocación de suicida,
con garras en vez de dedos,
el que sueña con la mar
y busca en la mar su sueño.
Dos Antonios contra mí,
acosándome, en asedio,
poniendo puerta a mi campo,
alzando muro a mi viento,
abriendo los portalones
de las acequias del miedo.
Pero otro Antonio entra en baza
por si no era poco el riesgo;
el Antonio que tú ves,
el que piensas que yo tengo
lanza su arrojo a la lucha
para asesinarme luego.
Repetido en mi pupilas,
contorsionado en espejos.
ese yo que me ves tú
-no el que soy, ni el que tengo-
va en mil diferentes modos
mis Antonios constriñendo.
Con tres Antonios distintos
sólo un muerto verdadero:
el que yo busco conmigo
y que para mí no encuentro.