23
Dicen, Señor, que Tú lo sabes todo
y nunca te equivocas.
Perdóname que te lo diga,
pero para mí, que esta vez te has equivocado,
o que apuntaste mal,
o algo desvió tu bala
y no hubo muerte, sino asesinato.
Porque no había motivo.
Yo soy de pueblo y algo torpe
y no encuentro motivo;
pero el dolor no es torpe
y tampoco lo encuentra
por más que busca y que rebusca
en la escasa cordura que me queda.