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Aún peor que la pena es la desgana.
Antes, roca oponiéndose a los vientos
por muy huracanados que soplasen;
desafiante, incluso, con la vida,
echándole coraje a esa tarea
diaria de vivir.
Ahora sólo
montón de arena que se desmorona
al socaire del soplo de una brisa
lenta y suave de un verano alegre,
buscando amparo al pie de un junco débil,
arrastrando una carga de imposibles,
arrancándole ovejas al insomnio
para poder dormir...
morir he dicho.