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A zarpazos, la vida va tallando
los gestos en granito, las miradas
en piedras, y las manos desnudándose
de toda la esperanza del abrazo.
Estatuas de dolor hablan, caminan,
saludan y hasta ríen. Pero en vano
se disimula el juego. Sólo engañan
al que quiere engañarse. Pasan como
si ignorasen los hechos. Por costumbre
lo niegan y lo apartan. Pero siempre
la cómoda postura se derrumba
si rueda mal la piedra de un minuto
y tropieza tu empeño en el vacío.
Y a zarpazos la vida te recuerda
que eres estatua de dolor tallada
a golpe seco por un cruel destino.