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(Necrópolis de Carmona)
A Mª José Sanz Fuentes, a Maribel Simó
y María Dolores Escribano
Aquí los hombres terminaron. Puede
que no fuera tan leve, como gritan
las piedras y los siglos, esta arcilla
que les tocó para el descanso. Incluso
puede que no supieran nunca cómo
el término sería, como el sueño
del que no despertaron.
Pero, ¿acaso
estuve yo con ellos, y estas huellas,
y estos huesos que al sol de Andalucía
enseñan sus entrañas minerales
fueron míos… y no lo sé tampoco?
Un recuerdo me viene del olvido
sin poderlo apresar. Pero mis venas
van arrastrando en una antigua sangre
voces que yo no entiendo.
Acaso hubo
un tiempo en que los pájaros romanos
ponían a compás entre mis dedos
los versos de su canto, y no conozco
canto más triste.
Entierro los silencios;
renuncio a mis olvidos. Sólo tengo
una lista de nombres que me suenan
como a un agua perdida en otros mares,
como a unos surcos rotos por el tiempo.
Pero ¿dónde los labios que mi nombre
no pronunciaron?, ¿dónde el duro viento
que pudo silenciar a los olivos?
Terminaron aquí.
¿Pero se puede
acabar cuando se alzan en susurros
de dos milenios de estatura para
que alguien se sienta muerto y abrazando
a estos muertos que viven por la piedra?