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Más hiere la palabra que la espada.
Más hondamente, más con la alegría
como cadáver que si -dura y fría-
penetrara el acero, el hacha, nada.
Más hiere el gesto, más la no encontrada
mano, aún más la misma melodía
de soledad, más la melancolía
que hasta la misma muerte desbocada.
Palabras, gestos y hasta mano ausente
van modelando nuestra sepultura
dejando bien tranquila la conciencia.
Nadie tiró la piedra, nadie siente
que un muerto va siguiendo su andadura
aunque todos se mueran con su ausencia.