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Para Consuelo y Roberto Padrón
Le cuenta cada cual a sus palomas
cómo le fueron sus amaneceres
por ver si con los vuelos se difunden
entre luces y agobios.
Pocas rutas
le quedan que no intente, y entre miedos,
tan sólo escombros surgen que señalen
los caminos quebrados donde tuvo
que despojarse de sus vestiduras.
En ocasiones
cambia su palomar en nido
de buitres que descarnan
su pellejo hasta dejarlo
mostrando en el desierto
ese esqueleto palpitante
de su mísera y única verdad.
Pero no importa
el color de las plumas:
sólo cabe
quebrantar unos vuelos que iniciaron
el regreso al principio de una historia
que no tuvo comienzos.