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Para mis hijos Violeta y Alberto
Aunque no te des cuenta, existen
amanecidas que te traen
otras formas distintas
de contemplar el mundo.
Pocas son.
Pero tienen el encanto sumiso, la alegría
de que no tienes ciegos para todo
los ojos de tus ansias, que los buitres
que te van devorando, a veces toman
un poco de respiro, entonces puedes
ensanchar tus pulmones,
dejar en la estacada
-por poco tiempo, por supuesto-
a esos fantasmas místicos y locos
que te marcan ocasos
porque les vas dejando que construyan
tu mundo a sus caprichos.
Y hasta puedes reírte de tu sombra.
Y a veces llega a tanto tu osadía
que tomas por el brazo la arrogancia
de esos genios sarcásticos y torpes
que quieren suplantarte,
te tomas unas copas con sus burlas,
los dejas olvidados
en la madera compasiva
de unos manchados mostradores
y te vas solitario hacia otra tasca
como si nada sucediera nunca.