22
Para mis nietos Santiago y Miguel...
...y aquellos que puedan venir.
Tan mínimo prodigio
para albergar la eternidad...
Cómo puede encerrarse en un instante,
en espacio tan corto,
mil siglos de existencia.
Tan restallantes, a veces, un relámpago
que ya no quiere luz, que ya te sobran
otros deslumbramientos,
otros siglos
que fueron lamparillas apagadas.
Y no pueden medirse los milagros
por su extensión. Tan sólo
por el sabor amargo que te deja
saber que son irrepetibles.