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Para Mari y José Antonio Roldán Caro
Hay recuerdos
que perviven sin que puedan talarlos;
hay bosques de recuerdos que resisten
los inviernos, las nieves, las tormentas...
Nunca sabes
de qué limo o qué manos nacerán.
Perduran
más que el dolor y la tristeza
que nos traen,
más que la pesadumbre.
No hace falta que el tiempo los abone;
siempre tendrán la cósmica fragancia
que le dieron vida.
Tampoco es necesario
que hayan crecido en grandes hontanares.
Su brevedad a veces
los hace indestructibles,
resistentes a todos los mordiscos
que les han de combatir.
Recuerdos como éstos
pueden surgir del alma de unas horas
que no son una vida
pero la justifican y embellecen.