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Con el recuerdo de José Luis Núñez
De los despojos de las osadías
van surgiendo poemas;
en resumen
no son más que el revés de la amargura,
el espejo de feria que deforma
aquella roca que estimabas
que era, como el amor, indestructible.
Los años luego te hablarán con signos
que no comprendes, pero que erosionan
los viejos edificios levantados
con estructuras sólidas -creías-
pero que no sirvieron para cobijarte.
Y seguirás rodando,
eclipse tras eclipse,
sin saber si tu luz refleja sombras
o sólo sombras dan lo que pensabas
que era luz cegadora para todos.
Vas dejando jirones de camisa,
trozos de piel, y si me apuras,
versos podridos
que ninguno se acercará a leer.
Se te derrumban los esquemas
que a golpes de pasión reconstruías
tras los duros embates de unas voces
que te gritaron la verdad,
para al final de todo
quedar con un poema entre las manos
sin que puedas saber si su torrente
te recogió como tú eras
o cometiste tu última traición.