9
Para José Carlos Guisado
Te vas reencarnando a cada paso
en tus mismos afanes... mientras vives.
A cada instante mueres, pero salvas
tus sueños, tus recuerdos, tus tristezas,
y dejas en herencia a esa locura,
a ese fantasma
que toma los testigos de un relevo
y se lanza a la vida
con restos de memorias
de otra existencia
que nunca será tuya.
Se perciben los ecos de un pasado
que sabe que existió, pero que ignora
el dolor de una herida,
la oscuridad de unas traiciones
que fueron la espoleta
de una explosión de desconsuelos.
Vives mil vidas de prestado
que construyen un único artificio,
que dices cómo has sido y cómo eres,
que en presente resumes
tu pasado y futuro
en un tronco de tiempo carcomido.
A veces tienes suerte y continúas
rodando por los yo que te suceden
creyendo en esa fábula
que has levantado para confundirte
como un todo continuo donde alientas
-al menos te consuela el argumento-
desde el principio hasta el final.
Pero una noche, cuando más seguro
estás de que las cosas no han cambiado,
al volver una esquina, te tropiezas
con los múltiples restos de tu ser
que has ido condenando a la ignorancia,
que has dejado estampado en las paredes
como pintadas de tu desencanto;
y te das cuentas, de una vez por todas,
que nunca fuiste tú,
que te devora la inconsciencia
que has ido levantando como signos
que pensabas que estaban dominados
y sin embargo te destruyen.