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Un largo adiós se quedará
colgando de mis labios,
de las aristas de mis dedos.
Quizás alguien lo sienta
como un temblor que roza el aire
que le rodea, como una voz
que entre otras muchas voces recordará.
Quizás en algún árbol
haga mi adiós su nido; puede incluso
que vuele con los pájaros al mar.
Quizás mi adiós naufrague
como un atardecer bajo las sombras.
Pero ese largo adiós
con que le digo adiós a lo que he amado,
ha de encontrar el hueco en que remanse
la soledad de otros adioses.