Aquí ya se separan los caminos
Aquí ya se separan los caminos,
y siento que al decirlo y masticarlo
mi corazón se va tras tu cintura,
tras las veinte granadas de tu tiempo,
y siento que se enrosca la cigarra
de este verano de tus veinte años
tenaz y duramente a los recuerdos,
a la amarga corola del olvido.
Porque olvido serás cuando, más tarde,
volvamos la mirada hacia estos días,
cuando tu voz, tu nombre, tu dulzura
sean, no más, que un eco del pasado,
una mota de polvo en mi chaqueta,
y entonces, con el ancla de mis versos
sujetaré mi nave a las nostalgias
del no tenerte ni por la sonrisa.
Y tú –ya lo verás–, como supongo,
lanzarás las cometas de tu sangre
por claros cielos nuevos que me ignoren,
dejarás tu cabeza en la almohada
del sueño más reciente conmovido,
despertarás cada mañana tibia
a la ágil luz del día que te aguarda
sin dirigir tu aliento hacia mi ausencia;
pero un atardecer, cuando te acosen
los zarpazos de odio de la vida
irás a refugiarte entre mis versos
donde te esperaré para abrazarte.
Aquí ya se separan los caminos,
pero ¿por qué guijarros donde pudo
poner amor, alondras y canciones?,
¿por qué dejar en carne viva el sueño
de la esperanza donde nos hallamos?
Declinemos tu olvido con mi olvido
guardemos la matanza del recuerdo
con la misma pureza con que miras
y si la soledad más clamadora
derriba nuestras torres de alto empeño,
vendremos desde el miedo y la tristeza
-tú con tus veinte, inolvidables años
y yo con el cansancio de mi vida-
para enlazar, unidos, nuestras manos.
(Publicado en Punta Europa nº 33, Septiembre de 1958, Madrid)