Hacia el sol que agoniza, bajo el espeso polvo,
van tres mujeres. No volverán.
Han dejado tras ellas un crujir de almidón,
unas palabras, apenas aire.
Doliéndole como si llevara un hierro dentro
del pecho, el caminante piensa
con agonía que nunca ese ocaso
volverá a iluminar esos mismos cuerpos.
Y se entristece.