Antonio Luis Baena
Antonio Luis Baena
Antonio Luis Baena Santiago
Antonio Luis Baena Santiago

Pedro Sevilla

(1959 - )

 

Nace en Arcos de la Frontera (Cádiz) en 1959 y estudia en el Colegio de La Salle. Funda en su localidad, junto a los poetas Josefa Caro, José Luis Morante, María Jesús Ortega y Juan Luis Vega, entre otros, y bajo el magisterio de Cristóbal Romero, el grupo "Calima", con tertulia y revista propias, que también será llamado "grupo de Arcos".

En 1989, Francisco Bejarano, en su colección de cuadernos La Poesía más joven, publica por primera vez poemas suyos y, al año siguiente, aparece su primer libro, Y era la lluvia, amor, esta vez en la sevillana colección Barro, prologado por Antonio Luis Baena.

 

 

 

También es de 1990 Diez de Julio. Antología y estudio de la obra de Julio Mariscal Montes, en torno a la figura de dicho poeta sobre el que ha declarado su admiración con frecuencia y reconocido su influencia.

Su propia obra empieza a aparecer regularmente. En 1992, Septiembre negro en Renacimiento; en 1994, Sendero luminoso en Cuadernos de la Moderna, colección dirigida por José Mateos; y en 1995, La luz con el tiempo dentro, que consigue un accésit del Premio Internacional de Poesía Rafael Alberti y es publicado al año siguiente de nuevo por Renacimiento, ya convertida en su "editorial de cabecera".

En 2000, y según confiesa, a raíz de la muerte de su hermano, escribe su primera novela titulada Extensión 114, en la que trata el tema del SIDA. Y poco después, en 2002, la segunda, 1977, que narra la transición política española vivida por un adolescente, ambas en la editorial Quórum.

También en 2002 regresa a la poesía con su nuevo libro Tierra leve.

En 2003, se presenta como candidato a la alcaldía de Arcos en las listas de Izquierda Unida y aunque no resulta elegido, es nombrado delegado de Cultura del Ayuntamiento, cargo que abandona antes de un año.

Sigue un largo silencio editorial que sólo rompe, en 2009, la publicación de Todo es para siempre, una cuidada antología de su poesía de cuya selección y prólogo se ocupa el poeta Enrique García-Máiquez, y que incluye poemas procedentes de Septiembre negro, La luz con el tiempo dentro y Tierra leve, además de diez inéditos agrupados bajo el título Aún hay sol en las bardas.

En 2012 presenta La fuente y la muerte (Memorias), autobiografía novelada confesa que es a la vez historia de las últimas cinco décadas en Arcos de la Frontera.

En 2014 aparece su tercera novela Los relojes nublados, en la que de nuevo repasa la historia de España desde la muerte de Franco, esta vez a través de los recuerdos de un alcohólico.

Es columnista de prensa y ha colaborado regularmente con el suplemento Citas de Diario de Jerez, el semanario local Arcos Información y otros medios. Parte de su obra ha sido traducida al portugués y figura en distintas antologías.

 

 

HUBO UNA LUZ SIN TIEMPO

 

Hubo un mundo anterior que tuvo flores

Antonio Luis Baena

 

Tiempo sin tiempo, siglos de oro puro,

hubo un mundo anterior que tuvo flores,

un mundo luminoso, de colores,

tapiándole a mi infancia el lado oscuro

 

que vendría después. Limpio conjuro

de la luz contra el miedo, los temores

huían por los claros corredores

de la casa encendida, y el futuro

 

era sólo más luz sobre la estancia,

más presente absoluto. Pero un día,

un olor de jazmines, en la infancia

 

una tarde, ví que la luz huía

y supe el tiempo, el miedo, la distancia...

unos conceptos que desconocía.

 

Del libro La luz con el tiempo dentro

 

 

 

Y ERA LA LLUVIA, AMOR

 

Hoy me asomé a tu puerta

con los ojos sedientos, bordados de ternura:

llevaba el corazón cosido en lana virgen

y era la lluvia, amor,

que me viene lloviendo, poniéndome tan blando

como un niño que llora.

 

Si me dejas pasar, si me bebo tu vino,

si tu sombra es mi hermana

es porque los dos somos proyección de tu cuerpo.

 

Huele la tarde a niños,

a carne inaugurada bendecida de abril;

tú me miras, sonríes,

y ya puedo morirme porque la muerte es bella

después de haber vivido un segundo en tus ojos.

 

Hoy me asomé a tu puerta.

Ajeno a tanta gloria

deshilaba el invierno la melena del agua.

 

Del libro Septiembre negro

 

 

 

[...] Siguiendo el rastro de los anillos, de los pendientes, de todos los metales preciosos que adornaron la carne, que sobrevivieron a la carne, investigando iniciales y escudos heráldicos, quizás pueda Dios, en su día, recomponer los cuerpos sin cometer los desaguisados que ya se temía Quevedo. Por ese anillo, que hoy hemos buscado a través de las lágrimas, podrá Dios poner nombre a tu ceniza. [...]

 

De la novela Extensión 114

 

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